martes, 26 de junio de 2012

el encuentro...

Camino por la misma calle dos veces al año, una por necesidad, la otra por casualidad; siempre me dá nostalgia... Mi adolescencia movió un par de baldosas, y allí están las muy desgraciadas, las flojas, esperándome, dos veces al año, en silencio, calladas, ansiosas por salpicar el agua sucia del pasado; y cuando parece que no puede ocurrir nada peor que el maldito chapuzón de mi pie calzando en la mugrosa vereda, está alí, parado en la esquina, mirando las palomas elevarse asustadas, huyendo; está allí, como si aún existiera, su maldito recuerdo (y digo maldito, pronunciando la endemoniada estela de lástima que dejó), ya no sé muy bien quién era, sólo sé, que dos veces al año, cuando camino por la misma calle, su recuerdo me estremece, y un frío tormentoso atraviesa mi estómago... siempre allí, en la misma esquina, por la misma calle.... su triste imágen atormentándome... Y como una bocanada, el semáforo cambia a verde, por suerte sólo dura una cuadra, más allá el presente, cálido, leal y seguro.

lunes, 18 de junio de 2012

viernes, 15 de junio de 2012

Fantasmas...

Estaba drogada, creo, apenas lograba pronunciar una idea... Me pidió plata, se aferró a mi mano, la abracé, la ayudé a bajar los esclaones, cerré la puerta... En la vereda la esperaban dos niños... En la calle estaba la vida y el frío, cuesta decidir cuál era peor.

jueves, 7 de junio de 2012

todo por el sanguchito que no fué...

Me senté a las 20:15hs en la puerta del hotel, por mis audífonos soplaba bob marley, one love... El frío se filtra por la bufanda de alpaca que cubre la mitad de mi rostro, se empañan los lentes.
El tiempo corre tan lento, pienso en mí, en vos, en otros... La gente usa calzados extraños, veo pasar botas media caña, zapatillas gigantes ¿deportivas?, zapatotes de cuero en algun gigantón número 43, la suela plana, cordones sucios, tacos y el maldito tac-tac-tac.. imagino un esguince de tobillo y sonrío.
Vuelvo al reloj 20:23, la hora no pasa más, ¿era a las 21:30hs?, habrá comida, una charla aburrida que valdrá la pena por el refrigerio.
Llegan un par de muertos de hambre, entran mirándome extrañados, siento sus incisivas pupilas en la nuca, mi mirada en los pies ajenos.
Se detiene un remis, baja doña ricachona, acabo de notar que mantengo un nervioso movimiento del pie izquierdo, que a su vez soporta al derecho, que se posa sin culpa ni esfuerzo... La pantorilla está dura, mejor estiro el empeine hacia adelante, ¿estoy elongando?, sí, perfecto... La vieja ricachona ha dejado una estela de perfume, un tac-tac-tac y una sensación a deforestación e imperialismo.
Recuerdo el frío, froto mis manos enérgicamente, no siento los dedos, estos guantes sólo sirven para fumar, los dedos que sobresalen se congelan, ahora sopla Calamaro, "¡cómo cambian las cosas los años!"..
Miro, 21:18 hs, entro, tal vez, con suerte, nadie me note en la sala, no vengan los conocidos, y tal vez, si todo sale bien, podré filtrarme entre los sanguchitos de jamón y queso sin que nadie pregunte por qué no como empanadas de carne...
Todo viene bien, me infiltro, soy una anónima, alguien que no existe, las cosas se suceden, el disertante larga un par de chistes "- Señora, la mala noticia es que su perro acaba de morir iatrogénicamente, la buena es que no es contagioso", y otros más ñoños, de especialidad medicinal. Todos ríen, lo admito, ahí estoy masificada, compartiendo con esa multitud la gracia injustificada, de un chiste estúpido... Muestra la imagen de un perro asustado sobre una camilla, la siguiente diapositiva muestra al mismo perro, en el mismo lugar, pero muerto, imagino el rostro de la pobre porpietaria preguntándose qué demonios le inyectó... Ya estoy con esas ganas paranoicas de salir corriendo, taquicardia, los tacos suenan en mi pecho, ¿esguince de una válvula cardíaca?, ¡basta!, tengo que salir... me escurro, y como vomitada (o eructada) salgo despedida de esa habitación.
Tomo el ascensor, toco el botón que indica PB... 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1, PB... se abren las puertas, acabo de caer en cuenta que me perderé los sanguchitos, demonios, ya es demasiado tarde, subo el cuello del saco, todavía está perfumado, me enrosco en la suave bufanda blanca, salgo a la calle, como un golpe me sacude el pellejo. Ya estoy en la calle, qué alivio, un mocasín me adelanta apurado....