martes, 11 de octubre de 2011

Un beso dado a tiempo ahorra muchos apretones de manos.


El primer beso fue una experiencia "babosa", resultado de un rídiculo juego acerca de los colores de un semáforo, donde el único que perdía era la inocente víctima que tenía cubiertos los ojos con un repasador de cocina (de la mamá, de la casa de un alguien), un primer beso con secuelas de abundante enjuague bucal.

El segundo estuvo mejor, implicó un juego de manos con un sutil roce de yemas, lástima que la homosexualidad de aquel amigovio de los catorce arruinó la fantasía.

Luego vinieron el teatro y un mafioso grupo de amigos, donde se disfrutaba de inventar juegos que involucraban el pasaje de diversos elementos de un labio a otro, asi llegaron los besos de la experiencia, besos suaves, intensos, con mujeres, apasionados, sin sentimiento, y con profundo amor.

A los quince ya jugaba en las grandes ligas, el único y marginado adolescente con acné juvenil fue víctima de una perversa apuesta de mujeres, al otro día llamó preguntando si eramos novios, a esa edad una mujer puede volverse un monstruo.

A los dieciseis mis besos obtuvieron exclusividad, lamentablemente para mi (y para otros, je!), lo que comenzó siendo una novedosa experiencia, se convirtió en una rutina con un hombre mayor que no disfrutaba besarme.

Tristemente la libertad se recuperó a los 21, cuando ya sólo quedaban temores y pudores...

Llegaron los amores de verano, los besos de "sólo por hoy", los besos platónicos eternos de un lejano amor mexicano, los besos del marihuanero que creyó que remotamente podíamos casarnos y los del pianista que dijo no tener novia...

Llegó el beso que será para siempre?, y no está tan mal... aunque sabía más rico cuando no era tan fácil...