viernes, 24 de abril de 2015

Leo

Creo que ha pasado como 1 año desde la última vez que escribí, casi no recuerdo como se hacía... Me sentaba, y fluía, era tan fácil.

La adultez me pegó como un mazazo gigante, y lo escasamente bohemio que conservaba fué tomado por algún cliente hinchabola.

En mi defensa diré que me exijo ese viajecito en colectivo de interminables 45 minutos, me bajo del auto y me subo a la escalofriante maraña de gente amontonada, marco mi boleto, y me paro al lado de algún sudado... y ahí me quedo soportando, sobreviviendo al esquizofrénico viaje en colectivo, que sólo resulta lujoso para embarazadas y gerontes. A los 10, o aveces 20 minutos, algún cobarde no soporta más y decide abandonar el carruaje, y en una silenciosa guerra le gano el asiento a alguna flaca flogger que viaja desconectada en sus auriculares. Me siento. La mochilita azul dá lástima, pero cuando se abre, ay mi Dios!, ahí se inicia la aventura, y los restantes minutos me sumerjo en un  libro, y el sudado y la flogger ya no importan, porque ya no existen.

Es un viaje alucinante, Verne no sabía de que hablaba. Y es un viaje que intento realizar con suficiente frecuencia, para no perderme por completo en ese adulto aburrido y malcriado. Repito el viaje varias veces a la semana, el libro me lleva a portugués, fotografía y natación, y me regala un breve momento socio-intelectual.

Así que ya no escribo, pero leo... y eso no compensa... porque nosé qué es peor