jueves, 26 de octubre de 2017

Basta de tanto odio!



Llego 10 minutos antes, saludo, me saludan. Los observo. Se saludan como si se quisieran, pero se detestan. No hablan de política porque ahí se dan cuenta que se odian, y el odio es un sentimiento oscuro. No les gustan las oscuridades. Comienzan las charlas obligadas, las que nadie quiere sostener, pero los silencios incomodan. No les gustan las incomodidades.
“Parece que hoy va a hacer calor” “¿Viste el desastre en Miami?” “¿Te vas de vacaciones?”… Y así las sucesivas preguntas, que conducen al no me importas, pero te hablo.
Y como destinado a ocurrir, las oscuridades y las incomodidades, se hacen espacio para emerger como la secreción purulenta de un absceso explotando y enchastrando con su podredumbre.
“Apareció la pendeja, estaba con la novia, porque parece que es torta” “Este es el único país del mundo donde cagás a palo a un gendarme en una protesta, y no te pasa nada” “Ahora son todos putos” “Esas negras tienen hijos para que les den un Plan Social” “¿Lo encontraron muerto?, que se cague por andar cortando rutas en lugar de ir a laburar.... Y así la secreción pegajosa de sujetos que se detestan y lo disimulan.
Tocan la puerta, una estudiante interrumpe: “¿Profe puedo hacerle una consulta?”, me levanto flotando para salvarme… Sonrío, me disculpo (es imprudente no hacerlo), y me alejo de la jaula de los indeseables… Me alejo detestándolos (el odio es un sentimiento oscuro, me digo).
En la puerta me esperan un grupo de alumnos, en sus miradas veo un charquito de lluvia, y me alivia, pronto serán barro, pero hoy son agua fresca.